En cada una de las Siete Esferas, se Me pide que examine las corrientes de vida cuya energías han sido magnetizadas y canalizadas a través de las edades.
Mucha de esta gente se encuentra en los Templos de dichas Esferas, trabajando y perfeccionando actividades de vida, formas de gobierno, formas de culto religioso, exquisitas ceremonias religiosas, bellas pinturas esculturas, arquitectura, inventos científicos maravillosos, etc. Algunos de ellos necesitan ser persuadidos de abandonar la libertad de esas esferas interna donde es tan fácil trazar esas ideas perfeccionadas (sobre las cuales han estado trabajando durante tanto años) para llevarlas a una forma concreta y viable. Es Mi obligación convocar concilios en cada Esfera para mostrarles que, no importa cuan perfectamente puedan trazar sus planes en las esferas internas, deben contar con una conciencia encarnada de igual desarrollo al suyo que encarnará para apañar el otro extremo de su rayo de energía, para magnetizar Ia perfección y llevarla hacia adelante. Necesitamos procurarnos dos individuos con una afinidad de conciencia: uno que se quede en los Ámbitos Superiores, y otro que encarne. Esta pareja, al desenvolver el plan entre sí, eventualmente estará lista para presentarse a los Salones del Karma y comparecer ante los Jueces mostrándoles cómo pueden hacer descender el designio Divino al permanecer uno en la esfera interna que proyecta el designio dentro de la conciencia receptiva del otro, que está encarnando con vocación.
A medida que vayamos transitando por las Siete Esferas, presentaremos Nuestros planes en el seno del Concilio en cada ámbito, y, entonces, ellos se aparearán por cuenta propia. Más tarde, tendremos que regresar y traer tantas parejas de esta índole como deseemos presentar ante el Tribunal Kármico cuando se escogen —una vez al año, durante el mes de Mayo— las nuevas almas que habrán de encarnar.
Considerando que el destino de un planeta entero está en juego, podrán ustedes comprender que estas dispensaciones no pueden otorgarse así como que alegremente.
Hilarión
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